¿Cómo influye la hidratación en la salud?Nutrición y medicina integrativa
¿Cómo influye la hidratación en la salud?
La deshidratación
Quien vive sin mantener una ingesta adecuada de agua, unos 8 vasos de agua al día, no tiene una hidratación suficiente, y acumula toxinas en su organismo, ya que los residuos del metabolismo no se eliminan como es debido.
Las enfermedades coronarias, obesidad, diabetes, artritis reumatoide, úlceras gástricas, hipertensión, cáncer, esclerosis múltiple, Alzheimer y otras muchas enfermedades crónicas vienen precedidas de “años de sequía corporal”
Beber suficiente agua es una de las mejores medidas preventivas que se pueden adoptar para evitar la enfermedad.
Las personas que no beben suficiente agua, experimentan una disminución gradual de la hidratación que hay en el interior de las células, en comparación con el volumen de agua que hay en el exterior de las mismas.
Ello socava todas las actividades celulares, y es igual si las células en cuestión son de la piel, del hígado, de los riñones o del cerebro.
Puesto que el agua empieza a acumularse más y más en el exterior de las células a fin de diluir y neutralizar los productos tóxicos que se acumulan allí, puede que la persona afectada ni siquiera sea consciente de que sufre deshidratación. Pero bien puede advertir que empieza a retener líquido en piernas, pies, brazos y cara.
Una persona deshidratada también puede sufrir falta de energía. El movimiento del agua dentro de las células genera energía “hidroeléctrica” que luego se almacena en forma de ATP, la principal fuente de energía celular.
Otro síntoma de la falta de hidratación corporal es el dolor. En respuesta a la escasez de agua, el cerebro activa un neurotransmisor llamado Histamina, que cuando circula entre los nervios sensoriales, desencadena dolor.
Estos dolores pueden manifestarse en forma de artritis reumatoide, angina de pecho, dispepsia, problemas lumbares, fibromialgia, neuralgias, migrañas, cefaleas, etc.
La mente espesa
El cerebro humano, que trabaja las 24 horas del día, precisa más agua que cualquier otra parte del cuerpo. Las células cerebrales están formadas por un 85% de agua.
La escasez de hidratación en el tejido cerebral debilita sus funciones vitales, una situación que la mayoría de las personas denomina “depresión”.
Cuando la energía cerebral está por debajo de su nivel normal, la persona afectada es incapaz de afrontar los retos que se le presentan, y debido a ello sucumbe al miedo y otros problemas de tipo emocional. Entonces llega a sentirse exhausta, aletargada, estresada y deprimida.
La típica resaca no es mas que un caso extremo de deshidratación de las células del cerebro.
El síndrome de fatiga crónica (SFC), por ejemplo, es principalmente un síntoma de la progresiva deshidratación del cerebro. Cuando un paciente aquejado de SFC habla de que tiene la mente espesa, está describiendo muy bien la congestión cerebral que sufre.
El SFC puede llegar a desaparecer espontáneamente cuando el paciente deja de estimular el cerebro con sustancias como el café, el tabaco, los fármacos, etc, y emprende un tratamiento de limpieza, hidratación y nutrición del organismo.
La constricción de los vasos sanguíneos
Cuando las células del organismo no reciben hidratación suficiente, la glándula pituitaria del cerebro produce un neurotransmisor llamado vasopresina, que tiene la propiedad de constreñir los vasos sanguíneos.
Esta reacción es necesaria para que siga existiendo en el sistema vascular la suficiente presión que permita la filtración constante de agua en las células. Ello hace que la vasopresina tenga una propiedad hipertensiva.
Una situación similar se observa en los conductos biliares, que empiezan a constreñirse en respuesta a la escasez de agua. La formación de cálculos biliares es una consecuencia directa.
Retención de agua y lesiones renales
El mecanismo de la renin-angiotensina (RA) se desencadena cuando hay escasez de agua en el cuerpo. Ordena a los riñones que se abstengan de segregar orina. Al mismo tiempo, estimula una mayor absorción del sodio (sal) que ayuda al cuerpo a retener agua.
La hipertensión y la retención de orina en los riñones ocasionan lesiones renales.
Muchos de los trasplantes de riñón se deben a los efectos de una deshidratación crónica, causada por algo tan simple como no beber agua suficiente.
Café, té, alcohol, refrescos…
Sectores enteros de la población sustituyen el agua por té, café, alcohol, y otras bebidas.
Es cierto que las bebidas como el té, al café, el vino, la cerveza, los refrescos, las bebidas energéticas y los zumos industriales contienen agua, pero también contienen cafeína, alcohol, azúcar, edulcorantes u otras sustancias químicas que son deshidratadores.
Cuánto más bebidas de estas se consumen, más se deshidrata el cuerpo, pues crean unos efectos exactamente opuestos a los del agua.
La cafeína no sólo estimula y estresa tanto el sistema nervioso central como el inmunológico, sino que además actúa como un poderoso diurético.
Además el consumo regular de refrescos es perjudicial para el organismo debido a su elevado contenido en azúcar, edulcorantes artificiales, colorantes y otras sustancias químicas.
En resumen
Se estima que el 75% de las personas sufre deshidratación crónica
El 37% de las personas tiene tan debilitado el mecanismo de la sed, que lo confunde con la sensación de hambre. Beber tan sólo un vaso de agua sacia el hambre nocturna en casi un 100% de los casos.
Una ligera falta de hidratación frena el metabolismo en un 3%
Beber poca agua es la principal causa de fatiga diurna.
Beber de 8 a 10 vasos de agua al día alivia significativamente los dolores de espalda y articulaciones en un 80% de los pacientes.
Una disminución de tan sólo un 2% de agua en el cuerpo puede desencadenar problemas de memoria y dificultades a la hora de resolver problemas básicos de matemáticas.
Beber al menos 5 vasos de agua al día reduce el riesgo de sufrir cáncer de colon en un 45%. La misma cantidad de agua puede reducir un 79% el riesgo de sufrir cáncer de mama y un 50% el riesgo de sufrir cáncer de vejiga.
Nota: Esta información ha sido extraída del libro «Los secretos eternos de la Salud», de Andreas Moritz
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